Estábamos en medio del campo de batalla los soldados mi
padre y yo. Combatíamos ferozmente, la victoria ya era nuestra, el enemigo en
retirada, cuando veo pasar una flecha rápida como un rayo, que se clava en el
pecho de mi padre. Lo sostengo mientras se doblan sus rodillas,
irremediablemente muerto. Se produjo un silencio en mi cabeza. Todo el
estruendo de la batalla desapareció, dejándome sumido en el dolor.
Se cumplieron los
rituales funerarios de acuerdo a su condición. Cuando el barco estuvo listo
depositaron su cuerpo junto a las ofrendas. El sol caía sobre el horizonte.
Un apretado grupo humano de familiares, soldados y amigos
nos encontrábamos de pie en la orilla. El pueblo mirando con dolor, con
asombro.
Empujaron la barca. Se deslizó mansamente. El cuerno emitía
un sonido grave y prolongado. Los arqueros reales levantaron sus arcos y las
flechas fueron encendidas.
Dispararon y la barca toda se convirtió en un incendio que
competía con el rojo del atardecer.
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