Era una espléndida tarde de primavera. No muy calurosa pero
con bastante viento. Decidí ir al centro, a la plaza Independencia para ser más
precisos. Y ver un poco la movida previa a la Marcha por la Diversidad que habría
de ocurrir sobre las 19.00 horas.
Ya desde varias cuadras antes de la plaza se notaba un
ambiente agradable, tranquilo. Mucha gente caminando por las aceras. Las
banderas multicolores ondeando en las esquinas. La plaza con sus puestos de artesanías
y toda la movida de información.
Me concentré en observar a las personas que caminaban desde
y hacia la plaza. Y si, la diversidad se veía por todos lados. Personas
mayores, adultos jóvenes y adolescentes. Vestidos de manera tradicional y
vestidos muy llamativos. Y una gran variedad de peinados y cortes de pelo. Pelo
rojo, violeta, mechas azules, largo en un costado y muy corto en el otro,
rastas.
Me puse a pensar en la gran riqueza que aporta la diversidad.
Y no digo solamente la diversidad sexual. Me refiero a todos los colores que
somos capaces de mostrar los seres humanos. Un amplio abanico, una paleta de
pintor, un verdadero arco iris que no llega a abarcar la belleza del conjunto.
Y también pensé, que somos uno de los afortunados países
libres en los que podemos expresarnos y mostrarnos tal y como somos, sin temor
a ser golpeados, apaleados y matados por ser diferentes.
En estos momentos, en que en algunos lugares, ser homosexual
se condena con la pena de muerte, más que nunca debemos levantar la bandera, la
multicolor, ¿sabés? La que nos envuelve y da cabida a todos. Los lindos y los
feos, los jóvenes y los viejos, los flacos y los gordos, los blancos y los
negros, con todas sus capacidades y con capacidades diferentes.
Porque una sociedad se vuelve mas íntegra, mas completa,
cuando muestra todos sus colores.