Hola

Este año me decidí y empecé a escribir. Lo quiero compartir contigo.

sábado, 5 de abril de 2014

De mi vida

Mis días transcurren lentos. Todos iguales. En esta celda oscura en la que me encuentro.
Apenas logro distinguir el día de la noche por un tragaluz que esta casi junto al techo y que filtra algo de luz, si está soleado. Pero en días nublados, todo se parece, nada se diferencia.
Desde que me apresaron he tenido tiempo más que suficiente para reflexionar y revisar mi vida toda.
Estoy convencida que ha sido buena, que ha valido la pena.
Todo lo que hice fue con la mejor intención. He querido ayudar, ser útil a los demás.
Pero claro, una mujer que vive sola, no es bien vista por nadie. Las mujeres debemos estar sujetas a nuestros padres y hermanos primero. Luego a nuestros maridos e hijos. Tuve la mala suerte que mis padres murieron cuando yo era una niña, luego mi marido también falleció al año de estar juntos. Y cuando quise intentar tener un nuevo amor, fui duramente criticada.
Yo se lo que se comentaba a mis espaldas. Que una buena mujer, en mi situación, debía internarse en el claustro de las Hermanas de la Misericordia.
Pero yo no quería ese destino para mí. Me sentía llena de vida, con ilusiones y muy joven aun para encerrarme.
¡Que ironía! La vida parece hacerme burlas. Y el claustro que no quise en aquel momento, lo tengo que padecer ahora, pero peor, porque en aquel al menos tendría una cama y algunos muebles, mientras que en esta mazmorra del castillo del Duque estoy sentada y duermo en el frío y húmedo piso de piedra.
Recuerdo cuando empecé a recolectar hierbas medicinales. Aprendí como usarlas. Ayudar a personas con distintas enfermedades fue lo mas natural y todos aquellos que no encontraban curación con los médicos del pueblo, venían a mi, pero escondiéndose, para que no se supiera. Y luego, cuando se recuperaban de la enfermedad, nunca admitían que había sido con mi ayuda.
No me importaba. Yo sabía que estaba haciendo el bien.
Hace ya tres semanas que uno de los carceleros del castillo me trajo aquí arrastrándome de un brazo y empujándome. Nunca me miró a los ojos porque se acordaba bien de mí, de cuando curé a su hija de unas fiebres rebeldes que ningún médico podía curar.
Nadie de las personas que ayudé, ni sus familiares salieron en mi defensa cuando me sacaron de mi casa por la fuerza.
Pero sí, alcancé a ver la mirada triste de unas cuantas mujeres, que recordaban como las había ayudado en los partos o después con sus recién nacidos.
Unas pobres desgraciadas como yo, impedidas de hacer algo.
Se limitaron a verme pasar con las manos atadas caminando detrás de los caballos de los guardias de palacio.
Vi también algunas caras escondidas entre los visillos observándome, con tristeza, con sorpresa, con miedo.
¿Y ahora que espero?
Pues la benevolencia del Duque.
El puede darme, si así lo desea, el perdón y ordenar liberarme.
¿El perdón de que?
De ayudar a los demás, digo yo.
De practicar las artes oscuras, dice él.
El sabe todo sobre mi vida. Este es un pueblo pequeño donde todos nos conocemos. Es consciente de que no represento peligro alguno para nadie. Que soy una mujer pacífica.
Pero me temo que se encuentra presionado por poderes superiores a él y a su voluntad.
Por lo que no me siento segura para nada.
Mientras estoy envuelta en estos pensamientos, siento pasos y voces que se acercan por el pasillo. No es hora de traerme comida. Tal vez llegó el momento de mi liberación.
Eso creo.
Se descorren los cerrojos de la pesada puerta y veo a dos carceleros que se abalanzan sobre mí, me agarran de los brazos y levantándome del piso me sacan a la fuerza.
-         ¡Vamos bruja! Se acabó el juego. En unos minutos estarás ardiendo frente a todo el pueblo.

-         ¡Malditos! ¡Sean malditos por siempre!

No hay comentarios:

Publicar un comentario