Hola

Este año me decidí y empecé a escribir. Lo quiero compartir contigo.

sábado, 15 de marzo de 2014

La señora de Martínez

Esta tarde voy a encontrarme con Clara, como lo hacemos todos los martes y jueves.
Mientras  los chicos están en el club haciendo deportes nosotros nos sentamos en el café de siempre, en una de las mesas más atrás, un poco ocultos por unas plantas de buen porte.
Allí nos tomamos de la mano y empezamos a conversar.
De cómo estuvo nuestro trabajo y la semana.
De los chicos.
De mi esposa y de su marido.
Y si notamos que nadie nos observa, nos besamos. Temblando de amor y de temor.
Parecemos adolescentes. Cuidando no ser sorprendidos.
Esto a veces nos entristece, es como si no hubiéramos madurado. Y a veces nos hace reír porque pensamos que somos muy jóvenes aún.
El nuestro es un amor complicado.
Somos concientes de que no está bien lo que hacemos. El engaño es algo vil y bajo, también cobarde.
Y lo estamos haciendo a nuestras parejas, a quienes una vez amamos y con quienes nos comprometimos.
¿Pero que se puede hacer cuando el amor muere? ¿Cuándo el hielo se instala entre los dos? ¿Qué hacer cuando sientes que tu pareja se convierte en un extraño?
Hoy, que estamos en los cuarenta años, no somos las mismas personas que prometimos amor hasta que la muerte nos separe.
Cambiamos, crecimos y tal vez nuestra pareja también cambió y creció, pero siguiendo otros rumbos.
Y como si eso fuera poca carga, encima conoces a alguien que te mueve el piso, que te hace volver a soñar, y otra vez sientes las mariposas en el estómago y la transpiración en las manos.
Otra vez esperando que el móvil suene, otra vez esperando que llegue el día de la cita, del encuentro.
Y todos esos sentimientos, cuando creíste que ya nunca más los ibas a sentir, cuando estabas convencido que te ibas a morir en la peor de las soledades, que es la que se siente estando en compañía.

Mientras conversamos hacemos planes, imaginamos una y otra vez como vamos a hablar con nuestras parejas, ensayamos el momento de decirles la verdad.
Comparamos varias posibilidades. Los dos juntos le hablamos a uno primero y luego al otro.
Cada uno habla por separado con su pareja.
Y luego, como les contamos a nuestros hijos. A donde vamos a vivir. Con ellos. Sin ellos.

Pasa el rato y ya es la hora de ir a buscar a los chicos.
Nos besamos otra vez y quedamos en encontrarnos nuevamente el jueves.
Pero cuando nos separamos los dos sabemos, sin decirlo, que nada de eso va a ocurrir.
Que vamos a seguir cada uno con sus obligaciones y responsabilidades. Que no vamos a destrozar nuestras familias.
Aunque eso suponga quedarnos con el corazón roto.



No hay comentarios:

Publicar un comentario