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Este año me decidí y empecé a escribir. Lo quiero compartir contigo.

domingo, 31 de agosto de 2014

El fin de la ilusión



¡Y al fin la probé! Tanta expectativa acumulada con el correr de los días. Como siempre mi cabeza revoltosa había imaginado mil situaciones posibles. Pero una corazonada me decía que sería una experiencia liberadora. Que tiraría abajo esas barreras que inexplicablemente, lentamente uno va levantando con el paso del tiempo. Y me vi sonriendo feliz celebrando el momento.
Finalmente, como todo lo que pasa en mi vida, las cosas no resultaron como esperaba. Y en vez de reír y relajarme, me amargué y lloré. Lloré mucho, muchísimo. La experiencia liberadora que esperaba resultó más bien esclarecedora. Pues no siempre esta bueno ver las cosas claras. A veces más vale no ahondar en algunas heridas que parecen superficiales y luego son mas hondas de lo que se suponía. Y lo que terminé viendo fue que la tristeza que tengo adentro es más grande de lo que yo creía. Un abismo insondable de dolor sin fin que se asomó con fuerza a la superficie de mi ser y me apabulló mientras incontenibles lágrimas venían a mis ojos. Y por supuesto mi orgullo. El orgullo de no mostrarme vulnerable ante los demás. Así que levanté nuevamente mis murallas y me obligué a no seguir llorando.
El fin de la ilusión.
Seguramente es la más dura de las revelaciones.
Porque incluso la pérdida de alguien que amamos es mas tolerable si tenemos ilusión.
La que sea.
Ilusión de que en esa nueva dimensión tiene una vida mejor.
Ilusión de que con esa otra persona está más feliz.
Ilusión de que fue mejor así. De que tal vez algún día volverá.
Pero cuando ya no hay ilusión, no queda nada. Solo algunas certidumbres.
Y el espanto.
El espanto de imaginar cuanto tiempo mas habremos de vivir así.
Mi amigo me dijo riendo:
    Te pegó mal, nada más.
No me preocupa eso.
Haberme asomado al abismo, sí.


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